lunes, 22 de diciembre de 2014

UN TULIPAN PARA CRUSOE

UN TULIPAN PARA CRUSOE

-Elegía de la Tierra del polvo-

Si acaso el mismo palmo de tierra,
dos veces, hubiera yo, aquí pisado,
se habría extrañado de sentirme,
con el mismo peso, doblemente pesado.
Extraño.
…………………………………………………….
Girasol castellano.
Tuviste alba y abeboles;
Roma, Sicilias y Holandas[1].
Paradojas Hondas.

Girasoles guerreros licenciados.
Viñedos de dioses de tranquilidad;
esta tarde hacéis traición ardiente.
Dais la espalda al sol...
La verde espada.
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Mientras el mundo se agolpa en urbes estrepitosas,
me amotino del gentío,
y me erijo en la muchedumbre de estos vacíos;
llanuras rudas donde nada hay enfrente[2] ni malvive…
y yo, bienvivo.

Como un corzo inocente y silvestre,
reino sedicioso y Crusoe
Ladro sin ecos sobre millones de hectáreas dolientes,
del Edén expulsadas.

Rendido a los cardos desgraciados y a plantas arománticas[3].
Herido por ellos y sus mesnadas de abejas.
Compadecido. Huído.
Seducido.

Barbado y sin tribu estoy...
Y sin trigo;
Gritando callado.
Vomitándome dentro.Vomitándote.

Sobrevivo, Crusoe,
en grutas de caballos alados,
que comen, como yo,
libertades de polvos bastardos arrastrados.

¿Qué eres sin sol, Soria?
Ni siquiera una tierra.
Polvo pardo.
Vientos labradores, escribas despiadados de la piel[4].
Corteza. Escoba errante.
Legiones de Pinchos y estertores

Yo, lo mismo que tu.
Un Paniagua… sin agua.
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Por aquí, en cierto albor,
ví venir, lo que creí, una mujer
y resultó ser un verso tranquilo.
Un escrito casi de amor.

Llegó montada en bellezas de corcel doncel[5].
La flor de un girasol.
Estepeñas en seda[6]
Piernas de andar en la nieve.
Me oculté el arrebol en su mismo rubor de plumón.

En su boca de poniente
cargaba manzanas de mañana.

Nada titiritera… y traía de todo;
menos dientes hirientes con muelas[7].

Hasta alfombras tenían sus alforjas de estrenar.
Pipas, con y sin sal.
No usaba delantales[8].
Los ojos, indescifrables,
grandes a quintales;
la memoria y las orejas atentas,
pacientes con el burro cargado de libros[9]

La boca letrada y reservada. 
Los besos suspendidos[10].
En adelante, la llamaría Manuela.
Porque… como Enmanuel, me salvaba.

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