miércoles, 28 de enero de 2015

EL REY LEAR

Una trama sobre "los maquiavelismos domésticos humanos" 
en torno al poder, los hijos, derechos, herencias, la vejez...



AMBICIÓN, MALENTENDIDOS, MISERABILIDADES, 
TRAICIONES, ARDIDES, BONDAD, GENEROSIDAD... 
¡EN ESTADO PURO!

Shakespeare, el gran Fabulador.
¡ CADA VEZ QUE LO LEO ME GUSTA !

Aunque, medio contradiga a Bloom, 
no creo que supera a las tragedias griegas 
ni a la "sabiduría humana" quijotesca. 
De hecho, tiene "un aire" cervantino
...y siempre unas levísimas resonancias infanto-juveniles; 
¿cual

son las emociones?, ME PREGUNTO.

Eso sí, Real como la vida misma,
Por ejemplo, este fragmento:

Entra el REY LEAR, coronado fantásticamente de flores-silvestres. Desengañado, airado y, mentalmente, medio desbaratado, luego de ser menospreciado y abandonado por dos de sus hijas, una vez que les cedió el poder.   

EDGARDO ( Hijo del Conde Gloucester, leal a su padre y al rey Lear)
Pero ¿quién viene? Nadie con sus sentidos cabales equiparía así
a su señor.

LEAR
No; nadie puede condenarme por acuñador. Yo soy el mismo rey.

EDGARDO
¡ Desgarradora visión!

LEAR
El arte está en esto por encima de la naturaleza. Aquí tienes tu
paga y señal. Este muchacho maneja el arco como un espantacuer-
vos. ¡Tira una saeta de las de yarda! ¡Mirad, mirad un ratoncillo! ...
Quieto, quietos; con este trocito de queso podremos agarrarlo.
Aquí está mi manopla; la arrojaré contra un gigante. Traed chuzos
oscuros: ¡Oh, bravo vuelo, halcón! ¡Húchocho! ¡En el blanco, en
el blanco! Dad el santo y seña.

EDGARDO
¡Dulce almoraduj!

LEAR
Pasa.

GLOUCESTER (Ciego)
Yo conozco esta voz.

LEAR
¡Ah Gonerila! ¡Ah Regania! (Sus HIJAS) ¿Con una barba blanca? Y me habla-
ban como a un perro, y me decían que tenía cabellos blancos en la
barba, antes de haber tenido pelo negro. ¡Decir sí y no a todo cuanto
les decía! Sí y no, por otro lado, no eran buena teología. Cuando me
empapó una vez la lluvia y el trueno no me hizo tiritar y el trueno no
quiso callar cuando se lo mandaba; entonces les conocí, entonces les
saqué por la pista. ¡Quita allá! No son hombres de palabra. Me de-
cían que yo era todo. ¡Mentira! ¡No estoy a prueba de calentura
intermitente! Me decían que yo era todo para ellas; no tienen palabra
sus hombres. ¡La fiebre es más fuerte que yo!

GLOUCESTER
El timbre de esa voz me es bien conocido. ¿No es el rey?

LEAR
Sí; en cada pulsación soy rey. Cuando frunzo el ceño, ved cómo
tiemblan mis vasallos. Perdono la vida a ese hombre. ¿Qué delito
 es el suyo? ¿Adulterio? No debes morir. ¿Morir por adulterio? No;
eso lo hace hasta el pajarilla llamado reyezuelo, y la mosquita de
doradas alas se entrega a la lujuria ante mi vista. ¡Que prospere la
 cópula! El hijo bastardo de Gloucester ha sido más benévolo con su
padre que conmigo mis hijas, engendradas entre sábanas legales.
¡A ello! ¡Lujuria, promiscuamente, a trabajar! Me faltan soldados.
Contemplad a esa dama de simple sonrisa, cuyo bondadoso rostro
hace pensar que tiene nieve entre los muslos; es una virtud de me-
lindres, que baja la cabeza al oír la palabra placer. Ni la simia ni el
potranco puesto al verde se entregan a más desenfrenados apetitos.
Aunque de la cintura arriba son mujeres, de la cintura abajo son
centauros; los dioses sólo reinan en ellas de la cabeza al talle; de él
para abajo pertenecen al demonio; allí está el infierno, las tinieblas,
el pozo sulfúrico, el incendio, la escaldadura, el hedor, la consun-
ción. ¡Asco, asco, asco! ¡Puah! Dame una onza de almizcle, buen
boticario, para perfumar mi imaginación; aquí hay dinero para ti.

GLOUCESTER
¡Oh! ¡Dejadme besar esa mano!

LEAR
Permitidme enjugarla primero; tiene tufo de mortalidad.

GLOUCESTER
¡Oh fragmento arruinado de la naturaleza! Y así este vasto uni-
verso se ha de reducir a la nada. ¿Me conoces?

LEAR
Me acuerdo mucho de tus ojos. ¿Es que me miras al soslayo?
No, ciego Cupido, aunque hagas cuanto quieras y sepas, yo no vol-                      
veré a amar. Leed este cartel de desafío; mirad tan sólo cómo está
redactado.

GLOUCESTER
Aunque fuesen soles todas las letras, no las podría ver.

EDGARDO (Aparte)
Si me lo hubiesen contado, no lo creería; pero es verdad, y el
corazón se me hace trizas.                                        '

LEAR
Lee.

GLOUCESTER
¡Cómo! ¿Con las cuencas de los ojos?

LEAR
¡Oh! ¡Oh! ¿Qué quieres decir? ¿Sin ojos en la cara y sin dinero
en la bolsa? Tan grave es la situación de tus ojos como ligero tu
bolsillo. Sin embargo, verás cómo marcha el mundo.

GLOUCESTER
Lo veo sintiéndolo.

LEAR
¿Estás loco? Se puede ver cómo va el mundo sin tener ojos.
Mira con las orejas. Ve allí cómo un juez injuria a aquel ladrón sin-
cero. Presta el oído. Cámbialos de sitio por arte de birlibirloque.
¿Quién es el juez? ¿Quién es el ladrón? ¿No has visto el can de
una granja ladrar a un mendigo?

GLOUCESTER
Sí, señor.

LEAR
¿ y correr la criatura huyendo del gozquecillo? Ahí puedes con-
templar la gran imagen de la autoridad: un dogo que es obedecido
cuando ejerce su ministerio. ¡Bellaco esbirro, detén tu mano en-
sangrentada! ¿Por qué azotas a esa p ... ? Desnuda tu propia espalda,
ya que ardes en deseos de cometer con la moza el delito por el que
la castigas. El usurero hace prender al ratero; los vicios pequeños
se ven a través de los andrajos; pero la púrpura y el armiño lo ocul-
tan todo. Cubre con planchas de oro el crimen, y la terrible lanza
de la justicia se romperá, impotente, ante él; ármalo con harapos, y
para pasarlo de parte a parte bastará una paja en manos de un pig-
meo. No hay nadie pecador; ni uno solo, ¿lo entiendes? Yo los ab-
solveré a todos. Escucha, amigo mío, te lo digo yo, que tengo el
poder de cerrar la boca del acusador. Ponte anteojos y, como un
politicastro rastrero, aparenta ver lo que no ves. ¡ Vamos, vamos,
vamos! Quítame las botas. Más fuerte, más fuerte. Ya está.

EDGARDO
¡Oh mezcla de buen sentido y de absurdo! ¡Tanta razón en me-
dio de la locura!

LEAR
Si quieres llorar mis infortunios, tómate los ojos; te conozco
muy bien. Te llamas Gloucester; resígnate. Hemos venido al
mundo llorando; nuestra entrada en la vida la hacemos entre sollo-
zos y lágrimas (21). Voy a predicarte; escúchame bien.

(21) Literalmente: «Sabes que la primera cosa que hacemos al sentir el aire es lloriquear y gemir».

GLOUCESTER
¡Ay, ay, día funesto!

LEAR
Apenas hemos nacido cuando ya lloramos por el desconsuelo
que sentimos de haber entrado en este vasto teatro de locos. [He
aquí un buen sombrero! Soberbia cosa sería herrar los caballos de
un escuadrón con fieltro; lo probaré, y luego, cuando me haya des-
lizado así hasta esos yermos, entonces «¡mata!, ¡mata!, ¡mata!,
¡mata!, ¡mata!, ¡mata!, ¡mata!».

Entra un OFICIAL seguido de varios soldados

OFICIAL
¡Oh! Allí está; apoderáos de él. (A Lear) Señor, vuestra muy
amada hija ...

LEAR ( No sabe aun que son tropas de su única hija leal: Cornelia, que acude en su auxilio )
¿Sin rescate? ¡ ¡Cómo!! ¿Prisionero yo? Soy, en efecto, el ju-
guete natural de la Fortuna. Tratadme bien; os pagaré el rescate.
Que me manden cirujanos; tengo enfermo el cerebro.

OFICIAL
Todo se os concederá.
                       
LEAR
Pero ¿nadie me secunda? ¿Me dejan solo? Hay causa para que
un hombre se convierta en sal, haga de sus ojos regaderas de jardín
y sienta el polvo del otoño.

OFICIAL
Señor ...

LEAR
Sabré morir alegre como un esposo ataviado para las bodas. Sí,
quiero ser jovial. Vamos, vamos. Soy el rey, ¿lo sabéis, señores míos?

OFICIAL
Sois un gran rey, y estamos a vuestras órdenes.

LEAR
Os advierto que este rey tiene piernas; y si queréis cogerle, par-
diez, es preciso que corráis tras él. ¡Así, así, así, así!
(Sale corriendo. Los soldados le siguen.)

OFICIAL
Este espectáculo, lamentable hasta el exceso, inspiraría piedad
aun en el más desdichado. En un rey no hay palabras que lo descri-
ban. Afortunadamente, tiene una hija que salva a la humanidad del
oprobio que las otras dos han hecho caer sobre ella.

EDGARDO
Salud, noble señor.

OFICIAL
Dios os guarde. ¿Qué me queréis?

EDGARDO
¿Habéis oído decir algo sobre una batalla que se-apresta, señor?

OFICIAL
Nada más cierto y vulgar. Todo el mundo capaz de distinguir un
sonido ha oído hablar de ella.

EDGARDO
¿Sabéis a qué distancia se halla el ejército enemigo? Por favor.

OFICIAL
Muy cerca, y viene hacia aquí a marchas forzadas. Se espera de
un momento a otro el grueso de las tropas.

EDGARDO
Gracias, señor. Eso era todo.

OFICIAL
Aunque asuntos especiales retienen aquí a la reina, su ejército
también está en marcha. (Sale el OFICIAL)

EDGARDO
Gracias, señor.

GLOUCESTER
En adelante, dioses poderosos, disponed de mi vida. No dejéis
que el espíritu maligno me vuelva a incitar a morir antes de lo que
os plazca.

EDGARDO (Disfrazado)
Bien rogado, padre (22).

GLOUCESTER
¡Cómo! Buen caballero, ¿quién sois vos?

EDGARDO
Un hombre muy pobre a quien han hecho manso los reveses de
la fortuna; que por arte de las propias aflicciones, conocidas y ex-
perimentadas, aprendió a compadecer las ajenas. Dadme la mano y
os conduciré a algún refugio.

GLOUCESTER
Mis mercedes cordiales, con la liberalidad y la bendición del
cielo por ende y por ende.

(22) La palabra father no tiene aquí otro sentido que el de anciano o 
«abuelo»; es decir, el tratamiento que se da a las personas de edad., 
Edgardo no se descubre todavía a su padre. 

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